Lima, fundada por Francisco Pizarro el 18 de enero de 1535, esconde, en medio de la bruma que suele acompañarla, un cofre de plazas, museos, miradores y casonas antiguas. Un mar (el Pacífico) la acaricia, como canta un vals, y, sobre todo, espera, en sus decenas de restaurantes, al viajero ávido de una experiencia culinaria realmente religiosa. La meca de la espectacular comida peruana está acá y también las iglesias, que guardan aún el tufo añejo de la colonia. La ciudad es una mezcla de lo andino larvado (las wakas, restos prehispánicos, se yerguen en algunos barrios), lo ibérico señorial y lo contemporáneo kitsch.
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