La cocina española está hecha "de ajo y prejuicios religiosos", decía Julio Camba, el escritor de la sonrisa literaria y el espíritu libre. Y la murciana, cabría añadir, de verduras y mucho desconocimiento. Generosa en vegetales, hortalizas y sencillos frutos de la huerta y el campo, la gastronomía murciana hace tiempo que dejó de ser una cocina pobre -excepto para aquellos que aún creen que la suculencia de un plato va ligada al precio de los ingredientes- para revelarse como uno de los patrimonios gastronómicos más sorprendentes de la Península, producto de su condición de bisagra entre tres culturas del yantar bien diferentes, pero complementarias: los aromas mediterráneos, la sobriedad manchega y la frescura andaluza.Un paseo gastronómico por la capital murciana debería empezar en la plaza de San Juan, a la que se asoman algunas de las mejores tabernas huertanas especializadas en el epicúreo placer del tapeo.
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