Fin de la confabulación. Cuando la primavera se deja caer por Burgos para acabar con la alianza de viento helado y nieve, la ciudad se muestra más acogedora. Sin tiritar y con el sol en la calle, ésta es una buena época para recorrer un centro auténticamente castellano, donde una sobria elegancia ha marcado los edificios. La Edad Media y el Renacimiento se mezclan en plazas de tal forma que nadie diría que el segundo periodo asesinó al primero. Y existe un héroe local y apasionado, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, y vida en bares pequeños.
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