En Sevilla tuvo que ser. Muy cerca del estadio del Betis. Donde el barrio de Heliópolis estiró el mantel para celebrar la Exposición Universal de 1929 con sus parques, sus avenidas y su retícula burguesa de palacetes y chalecitos cortijeros, alejados del tórrido entorno de la Giralda. Allí se trasladó a vivir la ejecutiva madrileña Carmen Ortega Sastre, consciente de que la capital andaluza merecía una cita con la contemporaneidad. Comenzó así su aventura por el todo -holos, en griego- desde una confianza ciega en el estudio de arquitectura MGM (José Morales, Sara de Giles y Juan González Mariscal).
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