Nada en el Geominero, excepto el arco y el guardia de seguridad, hace pensar que se está en un museo del siglo XXI. Lejos de la fascinación que los paneles interactivos y la tecnología audiovisual ejercen sobre el visitante contemporáneo, aquí brillan las escaleras de mármol y los bustos de los primeros paleontólogos y geólogos españoles, como Guillermo Schultz, con el encanto decimonónico de lo trasnochado. Quince mil fósiles, minerales y meteoritos aguardan después en una sala de 1925 de tres alturas con balcones. Diáfana y geométrica, está cubierta por una espectacular vidriera policromada.
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