Viana do Castelo duerme, Braga reza, Oporto trabaja, Coimbra estudia y Lisboa gasta. El dicho portugués puede que no corresponda con la realidad, pero siempre hay un algo de cierto en la sabiduría (a menudo lapidaria) popular. Tres de estas ciudades: Oporto, Braga y Viana do Castelo se sitúan en el noroeste de Portugal, arropadas por las sierras del parque nacional de Peneda-Gerês, y acunadas por el Atlántico, al que van a morir los ríos Douro, Cávado, Lima y Minho, compartido este último con Galicia. Una región que la abundancia de cursos fluviales y la acusada pluviometría convierten en un reducto de humedad que apaga la sed de verde del país vecino, devastado por el calor y los incendios de los últimos veranos.
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