El Atomium, el tótem de los belgas, vuelve a brillar. La reapertura de esta estructura de acero culmina la nueva imagen que Bruselas se ha ido fabricando en los últimos años. La capital belga ha mudado su piel. Se ha quitado el traje de paño y se ha enfundado en glamour. Modistas transgresores, orfebres vanguardistas, peluqueros-bisuteros y desayunos neorrurales han tomado el hasta hace poco ruinoso centro de la ciudad, llenándolo de vida y creación.
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