Siguiendo el rumbo de las aves migradoras, el invierno amaina sus fríos camino del sur. Las sierras, dehesas y costas del tercio más meridional de la Península ofrecen en el invierno el mejor cobijo para los que huyen de los hielos. La tenue escarcha del amanecer, el bullicio de las pajareras de torcaces y estorninos, el vareo de la aceituna en los olivares, los soleados mediodías sureños, el olor a lumbre de encina o la calma quietud de las playas y calas solitarias acompañan la estancia invernal en los cortijos, molinos y posadas que pueblan los cálidos parajes naturales en la franja austral de la España continental.
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