Puede que choque oír que la tarraconense Reus (hoy 102.000 habitantes) fue, después de Barcelona, la ciudad con más peso de Cataluña. No hablamos de tiempos tan lejanos, sino de ese pequeño siglo de oro catalán que fue la era industrial y el florecer de la burguesía. Hacia 1900, los arquitectos ya no tenían que diseñar catedrales o palacios, sino fábricas, bodegas, lavaderos, mercados, mataderos, viviendas, dispensarios, escuelas, teatros, casinos y centros recreativos. Todo lo necesario, en fin, para mantener el pulso de una sociedad civil inquieta, cuyo bienestar material favorecía la apertura mental a lo nuevo, también en cuestión de cultura y arte.
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