La sal, además de condimento y preciado conservante en la antigüedad, se revela como un recurso turístico de primera. Así se puede comprobar en Salinas de Añana (Álava), donde se ha puesto en marcha este verano pasado la recuperación de sus explotaciones, reconocidas desde los tiempos de Ptolomeo (siglo II) y que cerraron en 2001. Un proyecto con un plazo de 20 años que prevé la vuelta a la producción de sal -ahora como delicatessen gastronómica-, la generación de energía solar, la apertura de un centro de talasoterapia y la ubicación del pueblo en las principales rutas turísticas del País Vasco.Se trata de una iniciativa ambiciosa, para la que no faltan argumentos.
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