Bienvenidos al otro mundo, bienvenidos a Kerikeri, bienvenidos al mundo al revés. El aeropuerto de Kerikeri se abre y se cierra como un garaje. El piloto corta el billete; no hay control de equipajes, ni de pasaportes, ni de souvenirs: el que quiera comprar algo de la tienda debe echar el dinero en un cestillo.Kerikeri y su bahía de las Islas reúnen los dos mundos de la historia del país. La llegada del pueblo maorí y la posterior colonización blanca.
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