Siempre ha fascinado a los poetas. Borges quedó enamorado de su literatura, y en su estudio, entre declinaciones y kenningar, se abrazó con la que sería su esposa, María Kodama. Con lágrimas de ciego, lloró de emoción al llegar en 1971; no al ver su paisaje, sino al oír la lengua de las sagas y las eddas. Y en una entrevista declaró, tras recibir la Orden del Halcón de la República de Islandia: "Al día siguiente recibí no sé qué título de la Academia Francesa y me emocioné menos. Islandia tiene algo que no tiene ningún otro país para mí, ¿no? Francia es admirable, siempre ha sido admirable, pero Islandia es un poco como un tesoro que uno tiene".
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