Sus subidas y bajadas, sus calles empinadas son una metáfora del esfuerzo que conlleva desnudar Santander. A la capital cántabra se la viste con trajes finos, pijísimos. Sin embargo, detrás de ese aire de ciudad neblinosa e impenetrable, se esconden sabores de la tierra muy auténticos y tiendas y bares modernos. Es la hora de trazar un recorrido dinámico donde lo alternativo se funda con lo añejo.9.
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