John Ford quería filmar una comedia nostálgica y acabó haciendo una película del Oeste. Pero en el oeste de Irlanda. En Connacht, una región con corazón de roca y paisajes brumosos, en la que viven hombres tranquilos que charlan en gaélico mientras beben cerveza negra. En su capital, Galway, habita una particular bohemia a la irlandesa, que convive con el arraigado catolicismo y con el milagro económico que ha experimentado la isla en las últimas décadas.
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