El nombre de Norfolk evoca un paisaje inglés exótico y salvaje, una región de aves solitarias, lagunas y páramos deshabitados. Sherlock Holmes debió de amar esta parte de Inglaterra, pues era aficionado a las marismas y a las huellas invisibles. La tierra de Norfolk es tan plana que su elevación máxima, Beacon Hill, no supera los cien metros sobre el nivel del mar. La primera vez que fui a Norfolk era noviembre, llovía y apenas se veía a treinta metros de distancia en Norwich, la capital de la región.
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