No es oportunismo político, ni cosa parecida. Al ostentar este año la capitalidad cultural europea, Linz culmina un proceso de medio siglo. Le va mucho en el giro emprendido. Tiene casi todo a favor: una puesta en escena de extraordinaria belleza, con un Danubio zalamero que se curva a sus pies y el telón de fondo de los Alpes, que están a menos de una hora, con una historia estremecedora y una calidad de vida envidiable. Conserva una medida humana, no llegan a 190.000 sus vecinos, pero es la tercera ciudad de Austria (después de Viena y Graz) y es la capital de su región, la Alta Austria.
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