CUANDO TIENES 19 años y te embarcas en tu primera aventura, no sabes realmente lo que te puede llegar a cambiar, lo que puedes aprender y sentir en un viaje a un mundo opuesto al cotidiano.Así despegué yo a Perú, sin saber cuánto significaría ese viaje para mí, sin tener ni idea de lo que me iba a marcar ese mes de febrero lejos de casa. Todo empezó gracias a un amigo, Álvaro, que iba a Lima a ver a su familia, y me ofreció acompañarle.El viaje consistía, primero, en pasar una semana en Lima.
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