A ras de suelo, el tubo de 160 metros de largo y solo 13 metros de ancho parece una oruga blanca en el césped. Pero esta impresionante perspectiva da idea de la audacia de sus creadores, los austriacos Querkraft: casi 30 metros de voladizo sobre un acusado desnivel. Justo en ese extremo se sitúa la terraza, con vistas a las montañas. El museo continúa bajo tierra (en realidad, tiene planta de cruz).
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