La vida es un cabaré, viejo amigo; ven al cabaré. Un café teatro de los sueños como éste, evocador del Berlín de los últimos días de Weimar o del París fragante a Chanel Nº 5, se merece un maestro de ceremonias (Willkommen!) tan versado en los años treinta como Miguel Ángel Fernández. Periodista, editor, anticuario, mecenas y curator de un museo belle époque en el interior de su particular Utopía que reúne más de 2.000 piezas conmemorativas de aquella década superlativa para las vanguardias artísticas europeas.
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