Después del éxito alcanzado por Fonda Gaig, el mundillo gastronómico barcelonés aguardaba con curiosidad la apertura de este nuevo restaurante. Local amplio y aparente, de diseño contemporáneo, emplazado en un edificio de tres plantas cuyo comedor, con capacidad para 65 comensales, dispone de una barra central en forma de U en consonancia con la ambientación japonesa de gran parte del espacio. Un interiorismo brillante aunque quizá inadecuado para semejante establecimiento, que pregona a los cuatro vientos su especialización en cocina tradicional catalana, tendencia que arrasa en la ciudad desde hace meses. Como promotora del proyecto, la familia Soldevila-Casals, propietaria del cercano hotel Majestic.
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