Examiné el mapa de Francia, planeé mi campaña de invierno para combinar las posibilidades de una invasión nazi con las gastronómicas: yo estaba poseído de un frenesí por los platos apetitosos. Finalmente puse el dedo lo más cerca posible de España y en un punto neurálgico de la cocina francesa: Burdeos. Éste sería uno de los últimos lugares al que llegasen los alemanes..
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