AMANECE LLUVIOSO y en cubierta no se ve un alma. Me viene a la memoria el día que, cinco semanas atrás, esperaba con ansiedad la llegada del carguero al puerto de Barcelona. "Un montón de chatarra", pensé asustada, viéndolo aproximarse al muelle.Habían bastado unas horas de cibernavegación para conseguir camarote (y no virtual precisamente) en un barco alemán que transportaba mercancías entre Europa y América. Unos 35 días de viaje circular, con 10 paradas previstas en diferentes puertos del Caribe.
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