Las dos hembras de lobo marino asoman de repente dentro del agua, sin hacerse notar, demostrando sus dotes de nadadoras consumadas. Aman el juego, giran y dan vueltas en alegres contorsiones. Una de ellas se lanza de frente como un torpedo y se detiene a unos centímetros del cristal de las gafas del buceador, mira al intruso con curiosidad y en una pirueta se desvía y pasa a su lado sin rozarlo. Las criaturas imitan las inmersiones de los dos bañistas, se alinean entre sí en sus divertidos avances, retozan, a veces tratan de comunicarse abriendo la boca. Durante una hora, el tiempo se transforma en un puro acontecimiento.
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