Al aterrizar en Santiago, da la sensación de que las alas del avión acarician el bosque de eucaliptos que rodea el aeropuerto de Lavacolla, una plataforma vacía entre densos bosques y edificación dispersa, una constante del territorio gallego.En el recorrido para llegar a la ciudad queda a la izquierda de la carretera la Ciudad de la Cultura, que primero asoma tímidamente en forma de cubierta curva para dejar paso, segundos más tarde, a la gigantesca actuación de Peter Eisenman, aún entre grúas.Al llegar a la ciudad histórica, el paseo comienza por la alameda; de ahí, a la Rua do Vilar, para detenernos en el número 65, en El Suso, parada obligada para un café, un trozo de tarta, una caña o lo que se tercie.
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