Serón es un pueblo de calles empinadas como trampolines de saltos de esquí que se yergue sobre un estribo norteño de la sierra de los Filabres, dominando los verdores hortofrutícolas del valle alto del río Almanzora. Sobre el blanco caserío descuella un castillo moro, para ganar el cual, cuando la rebelión morisca, Juan de Austria pasó las de Caín, pues recibió un balazo en la cabeza y vio morir a su ayo. Trepando por las difíciles cuestas de Serón, entre secaderos donde los jamones se curan al aire fragante a pino y tomillo, al viajero se le despierta un hambre canina y una compasión no por don Juan, que andaba a caballo, sino por el pobre repartidor de butano.
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