Con el otoño llegan las vendimias. El campo expone sus frondosas cepas cargadas de racimos a la mirada entusiasta del visitante. Y vibra con el trajín de vendimiadores, cajas, volquetes, tractores. El aire se carga de olor a parra y mosto, que compite con los balsámicos del pino y el perfume ligeramente punzante de las hierbas silvestres. Luego, los aromas frutales de la fermentación embriagarán con el gozo anticipado del vino. Una experiencia que se puede vivir de primera mano en bodegas con hotel.
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