Es posible que una receta de cocina se asemeje a una obra pictórica? ¿O que un plato de diseño posea el aspecto de un paisaje comestible o simule formas que no son reales por efecto de sutiles trampantojos? Hace ya algunos años que El Poblet dejó de ser un restaurante al uso para convertirse en un taller de escenificaciones gastronómicas. Sin la fuerza mental de Quique Dacosta, cocinero idealista que lucha a muerte por mantenerse fiel a sus inquietudes, las mesas de este restaurante no serían tan insólitas.Estamos ante una vanguardia radical en la que inciden a partes iguales la calidad de las materias primas, la búsqueda obsesiva de la belleza y una técnica descomunal que evoluciona a diario a golpes de reflexión y estudio.
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