Las semanas que saltan del otoño al invierno entre los meses de noviembre y enero son esenciales en la vida de las cabras monteses, porque marcan el periodo de celo que revolucionará por completo la actividad de estos ungulados. El acontecimiento se convierte además en un buen reclamo para acercarse a las sierras ibéricas.Si durante el resto del año dedican las tres cuartas partes del día a alimentarse, cuando llega su etapa más febril el tiempo empleado en estos menesteres se acorta a tan sólo un tercio; al menos en los machos, que consideran mucho más importante cortejar a las hembras, vigilar a los intrusos y pelearse con los contrincantes.
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