Al pueblo de Elciego le han puesto un lazo. Una moña de titanio irisado, obra de Frank Gehry, colocada sobre los viñedos como si fuesen un regalo. Lo merecen; las cepas que colorean de rojo el tranquilizador paisaje otoñal de La Rioja alavesa acaban de ser vendimiadas, iniciando, como cada año, el círculo de creación de unos de los mejores vinos del mundo. El edificio de Gehry para Marqués de Riscal es el último caso del romance que viven las bodegas de la zona con la arquitectura del siglo XXI. Encerrada entre la sierra de Cantabria y el río Ebro, dividida entre Álava y La Rioja y bendecida por un suelo seco que hace sufrir a la cepa (que da pocas uvas, pero bien alimentadas), ésta es una tierra de tradición, horadada por bodegas centenarias que, sin embargo, han sabido renovarse.
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