La montaña, para quien se la trabaja". Esta frase corre de boca en boca entre montañeros, escaladores y excursionistas, porque ninguno quiere más accesos fáciles hacia los pocos santuarios montanos que quedan en España. Y no faltan razones para preservar la alta montaña de la masificación turística, que ya tiene bastante calvario con las ampliaciones de las estaciones de esquí. Pistas forestales, carreteras y artilugios mecánicos del estilo funicular, telecabina o teleférico gatean por las laderas de muchas de las alturas serranas emblemáticas de la península Ibérica, salpicándolas de unos hierros y asfaltos que la naturaleza no quiere.
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