Enormes y blancos molinillos. Los aerogeneradores puntean la costa gaditana, recogen el viento y lo convierten en megavatios. Aspas de hasta 30 metros de diámetro giran con la misma fuerza que hizo de Cádiz un destino poco deseable durante el boom turístico y preservó su naturaleza de desatinos en primera línea de playa.Entre Conil y Tarifa, en la parte oriental de la Costa de la Luz (3.000 horas de sol anuales se merecen el nombre), sólo había hasta hace poco windsurfistas y búnkeres frente a la silueta africana.
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