Quienes han serpeado por el puerto de Velate, y han sufrido sus pronunciadas curvas al paso de una interminable caravana de camiones, recordarán haber hecho alguna vez parada y fonda en la Venta de Ulzama. Entre chupitos, humo de tabaco y olor a gasolina, el asfalto cedía su protagonismo al paisaje verde de Navarra, a la tertulia vocinglera del comedor y al amor obsecuente de la familia Díez de Ulzurrun, propietaria de aquella mítica posada situada a medio camino entre Pamplona y San Sebastián. Cuatro generaciones de hosteleros generosos se han venido sucediendo desde 1850, representadas en la actualidad por Felisa Goñi, su nuera Inma Berberena y sus hijos Alberto y Óscar, dueños también de ese gran complejo para banquetes que es el Castillo de Gorraiz, en las afueras de Pamplona.
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