Una hilera de austriacos y de alemanes avanza en línea recta-disciplinada mirando hacia el suelo. Apenas cruzan palabra. Parecen impulsados por sus propios pensamientos. Empujan la tierra hacia atrás con sus brazos ayudándose mediante palos. Son las docenas de senderistas que durante el fin de semana se adentran por el valle de Kötschachtal, en el parque nacional de Hohe Tauern, huyendo del asfalto como alma que lleva el diablo. O de sí mismos o de sus fantasmas.
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