Mâcon, a orillas del Saona -ese río tan ancho y perezoso del que Julio César decía en su Historia de la guerra de las Galias que no podía distinguir en qué dirección fluía-, respira todavía efluvios mediterráneos. Cuando, tras atravesar toda la Borgoña, lleguemos a Joigny, sentiremos en el rostro los aires grises del Norte. Es esta una tierra de transición, Europa no tiene región más unificadora.
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