El viaje tenía un fin eminentemente periodístico: conocer de cerca los problemas y luchas de los dálits, los intocables, esos 200 millones de indios que pertenecen al eslabón más bajo, sin apenas derechos según el sistema de castas de la religión hinduista. Entre aldea y aldea, suburbio y suburbio de gran ciudad para hablar con las comunidades dálits, Sumana Sarkar, de la Campaña por los Derechos Humanos de la región de Maharashtra (centro de la India), quiso hacer un alto en el camino y dar un respiro a los visitantes. Frente a la devoradora Mumbai (antes, Bombay, la capital del Estado), Aurangabad, una ciudad de alrededor de un millón de habitantes reputada hoy por su ambiente universitario, se presentaba como la parada que proporcionaría aire en esa dura ruta por el mundo dálit, por el corazón más marginado y reivindicativo de la India, la democracia de mayor tamaño del planeta, con 1.
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