Existen pocos nombres con tanta capacidad de evocación como la Ruta de la Seda. Sin embargo, y que perdonen los mitómanos, la Ruta de la Seda no existe. Al menos no existe como la imaginan la mayoría de los mortales: una calzada concreta por la que largas caravanas de camellos iban y venían desde China a Constantinopla. La ruta no es un camino, sino una dirección.
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