Pero no es el Cid quien nos acompaña en esta ocasión. El recorrido hasta Molina de Aragón (Guadalajara), pasando por el monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos) y Medinaceli (Soria), lo vamos a hacer de la mano, blanca y firme, de la mujer que compartió su destino: Jimena, noble asturleonesa, con cuyo matrimonio, en 1074, el Cid ascendió un importante peldaño en la escala social. Un matrimonio que, según refleja el contrato de arras guardado en el archivo catedralicio de Burgos, se hizo no a la usanza castellana del contrayente, sino a la asturiana de la desposada, lo cual significaba, además de una sustanciosa diferencia económica a favor de doña Jimena, un tácito reconocimiento de igualdad.
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