Sin orden de prelación, sin jerarquía, sin complejos, tan sólo una ruta para quienes no han ido nunca a Toledo o, como es el caso, para quienes hacía media vida que lo habían hecho por última vez. Con el espíritu abierto a la sorpresa, a los sentidos y al conocimiento. Con la impresión de que se pisa un lugar violentado por las sucesivas oleadas de la historia, en el que las piedras derrotadas se toman su revancha y sumen al visitante en un inquietante magnetismo.
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